LA grisura del otoño comienza asomar su cuerpo. Lo hace por las mañanas, refrescando el aire, tomando el sentir con que uno accede al cotidiano quehacer. Pareciera que las acciones se vuelven más solemnes cuando llega el frío y que los individuos se vuelcan sobre sí mismos resguardándose de las inclemencias del porvenir.
El otoño es una mandolina que tañe un melodioso recogimiento. Una mandolina penetrante, que punza en el interior mismo del tuétano. Una, dos, tres notas sagaces que arrancan un espasmo ante el ciclo de naturaleza.
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El escritor siente la cambiante magnitud de la expresión. Su vida se va completando con lecturas y desde ellas va edificando su propia palabra. Su voz nace siempre entre las obras leídas que ya son parte de sí, de su forma de entendimiento del fenómeno literario. La creación ex nihilo es una imposibilidad en la literatura, pero siempre corre el riesgo el creador de concluir en un vacío, esto es, en la creación que no comunica nada pues solo está creada para él. Ese es el límite de armonía y esa es la esencia de las obras clásica y esenciales; el poeta debe tener consciencia del límite en que su obra deja de ser comunicación creativa y se convierte en mero expresar de sus sensaciones. tanto en la escasa virtud como en el exceso de referentes que el lector, como hombre, no conoce, el poeta se encamina en el cauce glauco del equilibrio y la verdad.
Desde la retórica y poética antiguas, los que han tratado de auscultar el qué de la literatura han advertido que se produce un proceso de intensificación entre la concepción del mundo, la recopilación de los datos que el individuo piensa que es el mundo y la expresión posterior. En ese paso, revelado tal vez, anida el misterio. En ese punto es en donde la crítica nada podrá ofrecer verdadero, en el que tan solo el poeta, de forma individual, siente e intuye, nada más.
Deberíamos conformarnos, pues, con la descripción de la existencia de ese proceso que desde antiguo ha preocupado al creador. Iniciación, revelación, inspiración...del sentimiento de lo vivido (entendiendo vivido en amplias connotaciones) el poeta expresa creando. Ese es el paso fundamental: la expresión se hace creación.
De su novedosa visión surge una novedosa expresión. De su novísima manera de entender el mundo se origina una expresión nonata que se alza creación pura. Cómo sucede será enigma siempre; acaso el poeta solo puede transmitir la realidad de lo sucedido sin saber qué sucedió.