martes, 15 de octubre de 2013

LOS días restan, sea cual sea el baremo en la consciencia. Y la estulticia más aún. La rutina es el vertedero de la levedad, de la insoportable levedad. Ante este montículo de sinrazones solo cabe ondear las sílabas de la poesía: reconstitución del espíritu. 


A veces pienso que todo es una figuración. Hoy le decía a E., cuando la tarde sofocaba en violáceos y azules, que mirara una luz a la que denominamos "estrella". Una estrella, le decía con énfasis; pero E. no mostraba ningún interés. Miraba y apenas prestaba atención a mi entusiasmo... una figuración, sombreados rostros en ruinas circulares. E. parece entender todo esto, captarlo con soltura, a veces, con risotadas que hacen evidenciar mi tontuna ante el mundo. Uno tiene la sensación de haber perdido su capacidad. No solo de haberla perdido sin de posicionarse como si ya lo entendiera todo, con prepotencia, con vanidad, con ímpetu. Qué claridad la de E. ante el mundo; el aire en su rostro, la tierra a sus ojos, la piel de sus padres, la música de un piano. Todo connatural a ella, todo le pertenece sin más ni más. Ella deviene del mundo, de la naturaleza misma del mundo y todavía permanece en ella el origen del que nos alejamos con la condición de mortales.