viernes, 15 de noviembre de 2013

NO HAY más que mirar cómo exhala la tierra la blancura de la mañana para retirarse de la palabra y del verbo todo. Las contemplaciones conducen al inefable territorio de la consciencia. Someterse a la ausencia de uno mismo, a la inexistencia de todo tu cuerpo y todo tu pensamiento es meditación necesaria. Cuando eso sucede, la palabra se renueva, la palabra poética que sale al encuentro del mundo.