domingo, 24 de noviembre de 2013

QUÉ  sucede en los ojos
cuando la claridad penetra...
qué derrumbe sufrimos
cuando eleva el amor
su plegaria en nosotros.  

*** 

El mundo corre  asaz lisonjero cuando brota de la verdad y la armonía desde individuo a la palabra.

*** 

Leo a Francisco de Medrano, también a Gutierre de Cetina, Barahona de Soto, Francisco de Espinosa y Francisco de Rioja. En todos ellos puede percibirse la música del idioma, la música y la cadencia del idioma en poesía. Esa cadencia ,-que ha desaparecido de los poemas escritos en las últimas décadas-, me reconcilia con la palabra poética. No hablo de virtuosismos, ni de retóricos recursos utilizados albur de la inconsciencia; antes al contrario, hablo de la edificiación de la palabra poética desde el convencimiento ético y estético. De ellos brota y en sus obras se percibe.     

Con el tiempo y, sobre todo, con las lecturas, caigo en la cuenta de que lo más reconocible y evidente en una obra literaria deben ser la claridad y la verdad que transmite, sean estas transmitidas de una u otra forma poética. La naturalidad como principio dador de la estética. 
Si en los poemas no anida esa verdad (conjugación armónica de humildad, armonía, justicia, belleza, verdad, música, bien) pasarán como una estación cualquiera. Poco dirán pasados los años y, menos aún, las décadas.