ES así: se produce, se conforma y llega a tus manos. El libro finalmente es una mapa de circunstancias que establece una forma y una disposición. Ayer, mientras J.S.M. volcaba sus ojos en un lugar irreconocible para mí todavía, pensaba en el miedo y el estupor. Quizas no se notara el tembleque de mis manos y quizás alejé la emoción infante de quien todavía no se reconoce cuando le llega a sus manos un libro de poemas.
Por otra parte, junto al miedo perenne, El umbral de piedra no es más que una estación, un acto de fidelidad por mi parte al silencio, una acción verbal nutrida de la soledad, en la noche, en respuesta a un pulso secreto y a un confín. No hay en él ninguna concesión ni dádiva intencionada.
En estos casos, las única palabras que consigo consignar son se gratitud.
En las últimas semanas, me invade un impulso que nunca antes había estado presente con tanta fuerza. Día a día, la idea de escribir una narración, de volcar las palabras para contar, puramente, narrar, se va imponiendo. En estos casos se interpone una cuestión filosófica, ¿qué narrar? Siempre me pareció una falta a la literatura narrar las banalidades y las miserias del hombre, pero quizás, en ello, esté la medida de lo que uno puede llegar a ser; y, en todo caso, supone un ejercicio de exorcismo y de espanto para que el espíritu quede más sosegado.
De las ediciones de Dante, a la que le tengo más aprecio es a la de la B.A.C. El volumen retiene el paso de los años y el papel biblia que los conforma amarillea pletórico. En él están las obras completas, desde La divina Comedia, pasando por Vida Nueva, El Convite, La monarquía, Sobre la lengua vulgar, hasta La Monarquía, Disputa sobre el agua y la tierra, algunas cartas, églogas y rimas. Existen, y las poseo, otras traducciones mejoradas, contemporáneas, mejor trabajadas y con un texto de referencia más solvente, pero este volumen permite algo que los demás no: pasear por la galería de espiritualidades del Dante.
Comienza leyendo algunos pasajes de la Commedia y, de pronto, un soneto a una desconocida Liseta. Mi fascinación reside en que, sea cual sea el tramo de su palabra, siempre hay una constante de verdad, justicia y belleza poéticas.