HOY la noche es Chéjov. Hacía tiempo que un autor no me provocaba tal revuelo de inquietudes y de ideas que brotan sobre la prosa de ficción. La noche es Chéjov, la madrugada quizás un alud de nevadas y de paseos por la escala secreta de la ficción.
E. ha preferido esta tarde escuchar a Chopin y no a Mozart. Sin embargo, entona, poseída por la emoción, las primeras notas del minuetto de Beethoven, "mi fa fa" , exclama mientras sonríe.
De Chéjov, la brevedad del fruto narrativo, pero, sobre todo, la intensidad y la fuerza locutiva. La configuración de los personajes con parquedad de recursos lingüísticos me han recordado la fastuosa exposición que visité en Sevilla con pintura impresionista rusa. De aquella exposición contengo en la memoria trazos, alumbramientos de pura emoción.
E. pensaba que hoy volveríamos a bailar y a danzar y a su sonreír mientras yo trataba de entonar con el ébano del instrumento las escalas que casi ya me saben a melancolía.
Ella con Chéjov en una sola melodía. Hombre demediado, vida y ficción, McGuffin esencial que proclama el devenir de los días.