ESTA es una extraña forma de vida, la del que está consignando sus días con unas palabras que no pertenecen a lo cotidiano y que, además, proponen una secuencia ordenada, corregida y que queda en una forma definitiva. Es todo lo contrario al devenir de la rutina y de las palabras que la conforman. Giros, secuencias que tan solo sirven para comunicar una necesidad, dar una orden, manifestar un acuerdo. La literatura, sea cual sea su género, debe siempre perseguir la expresión (del ser) y la estética (una sola forma para siempre).
Esta extraña forma de vida puede ser igualmente ridícula e, incluso, obscena. Cuando no responde a los criterios de verdad, justicia y belleza, y solo hay una vanidad incontrolada o un egotismo exacerbado. Es una lucha que todo escritor y poeta mantiene, una dicotomía que enfrenta al sujeto a sus propias convicciones. A veces pienso en la caricatura de uno cuando se coloca frente al papel y comienza a escribir, ¿qué mermada ensoñación me acoge?
De la fortaleza de su propuesta vital y estética dependerá que, antes o temprano, caiga en el envoltorio de la vanagloria. Ars vivendi es la tabulación que, los antiguos que vivieron literariamente, nos han dejado como ejemplos; las vidas y las obras de los que alguna vez alcanzaron a escribir literatura.
Y solo en el silencio y la soledad, como vengo escribiendo en este diario secreto desde hace años, puede el poeta y el escritor al menos la paz consigo mismo. Esa paz individual es la concuerda la armonía que nos ampara.
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Todo discurre, desde hace unos meses, por unas maravillosas ansias de apartarme de todo. Alejarme de la poesía, pues soy mísero al tantearla. Quizás, entregar al abismo de la palabra, sin más.
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Recuerdo la lectura de Libro del desasosiego de Pessoa. Es un libro de paradigmas, en el que uno puede encontrar aristas y ángulos diversos de qué es escribir. Al menos, para uno, su lectura fue mineral y enriquecedora, pues me mostró, a las pocas páginas, que la literatura es una manifestación insondable, tanto como lo es el individuo que las pergeña.
Agarro el volumen de Leopardi, el Zibaldone que una vez compramos en Milán, el libro que guardo con tanto celo y cuyo italiano me deleita en tantas ocasiones. Comienzo a leer estas líneas de Leopardi desarrolladas con su particular estilo sintáctico y, por tanto, de ideas:
"Gli uomini che nel mondo sono stimati e son tenuti da quanto gli altri o da più degli altri, lo sono per l´ordinario in quanto coll´uso della socità essi si sono allontanati dalla natura lor propri e dagli abiti naturali dell´uomo generalmente, ed hanno in se oscurata e coperta la natura, o sanno, sempre che vogliono, coprirla. [...]
Voglio dir che la più parte delle qualità che negli uomini ottengono stima appo il mondo, o sono totalmente acquisite e pernulla naturali, anzi spesso contrarie alla natura lor propria o generale; ovvero sono talmente svisate del naturale che per naturale non si ravvisano, epiù che sono svisate, più per l´ordinario, si stimano".