PARA el mortal, el dolor es siempre pregunta, el placer, respuesta. En la poesía no existe el placer para el mortal, siempre es dolor lo que siente, lo que percibe, pues nunca la poesía habita en el hombre que la consigna en una forma y en una aritmética. Esa es la maldición del poeta, la posesión ensoñada de la poesía.