SE sucede la lluvia. Su tintineo en los cristales trae el rumor del lino. Gris, aterciopelado, el cielo es un montículo en lo alto que inunda los ojos, los hace restallar de pura contemplación.
En la mesa, libros. Observo el retrato de Giacomo Leopardi que asoma en la portada de la edición de Zibaldone di pensieri. Levemente esquinado, la rectitud de la pose del poeta me agrada, así como la sinuosa sonrisa que dibuja sus labios. Una nariz pronunciada, el cabello desmelenado y ralo, pero, sobre todo, los ojos...esos ojos cargados de infinito.