EL MILAGRO es vivir. Todo me va resultando ajeno, una suerte de extrañeza gloriosa y de estupor. Recojo los libros de la mesa y leo sus títulos con una solemne tranquilidad que nunca antes me había sobrecogido. La cuestión es que pocas cosas me llevan a excitarme; quizás la luz, la noche, la piel blanca de E., la callada melodía cuando estamos juntos, la voz de un amigo, algunas palabras verdaderas de los libros, la música por lo demás.
Siento una ponzoña profunda hacia todo, de todo me alejo no porque sienta desprecio hacia nada, ni siquiera porque lo considere inmerecido. Antes al contrario, pudiera ser que mi materia estuviera en un estado de disonancia con la mayoría de realidades y que solo hallara armonía en pocos resquicios de la misma. Lo siento todo desde la lejanía. Me conformo con hacer feliz, aparentemente feliz, a quien tengo a mi lado. Vivir es el milagro.