jueves, 16 de octubre de 2014

ME preguntaba esta mañana un compañero, en el trabajo, con amabilidad e interés, acerca de los escritores. Trataba de tener noticias de las supuestas reuniones y de las relaciones que mantienen entre ellos. Pensaba el buen hombre que uno podría solventarle esas dudas o darle detalles o quizás introducirlo en los llamados "círculos" o al menos hacerlo partícipe, verbalmente, de alguna de estas cosas. Pero dio a parar en molino sin trigo. Nada tengo que ver con nada, nada tengo que me una a capilla o reunión o cenáculo de supuestos literatos, pensaba mientras el susodicho amigo insistía en el tema. Comedidamente, buscando argucias lingüísticas por aquí y por allí, terminé por decirle que respetaba sus apreciaciones pero que tenía para mí que todo eso es sobrante de todo punto, es más, le dije, cuando uno se embosca en esos enredos de lo aledaño a la literatura, termina por convertirse en bufón, como todos, pues todos quedan a la espera de que sigas repitiendo lo mismo, haciendo lo mismo de siempre para seguir alabando, para proseguir calificando tus acciones de magistrales y de sobresalientes a cambio de que, cuando ellos actúen de bufones, tú hagas lo mismo. No sé si quedó contento el compañero tras el diálogo, pero a uno le provocado cierta reflexión y sonrisa y algunas líneas escritas a mano en el cuaderno minúsculo titulado Círculo de cuatro.