sábado, 18 de octubre de 2014

VOY leyendo con deleite Así empieza lo malo de Javier Marías. A pesar de que Marías recurra a sus procedimientos más notables y característicos, conocidos por los que hemos leído casi todos sus libros,  la novela me resulta portentosa. Una literatura abigarrada, bien trabada, escrita con la profundidad narrativa de quien busca y encuentra todavía en la novela el poder del discurso narrativo y no los placeres prohibidos de otros inventos llevados a la novela. Cada vez me recuerda más a mi admirado Thomas Bernhnard y a Proust y a Conrad. Los arranques, la evolución de la trama, el abalorio de la prosa avanzando a zancadas disformes, el punto de vista con que narra y resuelve las situaciones, la propia estructura general de la obra, los temas que se despliegan desde lo general y los casos concretos, entre otros detalles. Todo ello orquestado y macerado en la edad en que quizás lo malo comienza a recordarse con anhelo. 

[Nota de cuaderno mientras hablo por teléfono]. Cuánto me río con las trifulcas de los poetas contemporáneos, también río con Valèry y con todo lo inútil. Pero, ¿qué es útil para el hombre?¿No es acaso un solo momento de felicidad más necesario que toda una vida miserable? ¿No invade belleza con más fuerza, aunque solo sea un segundo, que toda la banalidad diaria y circundante? Quizás el hombre deba conformarse con esos destellos y nada más. Y basta. 
Decía que unos se convierten en admiradores incondicionales de otros; otros, se levantan en armas contra las amenazas en la cumbre. ¿Qué cumbre, qué parnaso? Pareciera todo una estultífera nave contemporánea en que se mezcla la vanidad con la impostura, la recalcitrante bajura del hombre actual. 

[Antídoto] Hay un verso de Eliot que condensa la condición humana, la condición de la consciencia humana, esto es, la condición de la consciencia de ser humano. 

Times past and time future
allow but a little consciousness.
To be conscious is not to be in time
[...]


Para ello, el tiempo y el espacio deben conjugarse tal y como surgen en la memoria, pero con la limpia predicción de que serán trascendidos. Esa es, en mi opinión, la gran paradoja del ser humano  y, por ende, el territorio en que la palabra del poeta debe edificarse. la palabra proteica debe  hundir sus raíces en esos lodos, fondear en esas aguas, horadar en esas raíces.  
Demediados entre la consciencia plena y la consciencia humana, el tiempo de lo mortal y el tiempo de lo permanente, de la naturaleza de la palabra vivida y de la palabra perenne, de los temas de su tiempo con los temas eternos:


Only through time time is conquered.