ESTÁN las épocas, pero sobre todo, los individuos; los movimientos, los sucesos, pero sobre todo la consciencia individual que zurce la transformación a la permanencia.
La pregunta es excelsa. Cioran cincela en la llaga del ser sus palabras: "¿Llegaremos acaso a escapar a la terrible alternativa de la vida y la muerte? ¿Podremos llevar a efecto el sublime distanciamiento consolados por revelaciones internas y subyugados por eternidades insospechadas? ¿Podremos superar y olvidar el drama, ese drama que surge de las contradicciones internas del ser?".
Estas cuestiones azuzan la lectura hasta las profundidades de la consciencia. Las leo y quedo meditativo, deambulan por la propia incapacidad de dar una respuesta verbal razonable. No la encuentro y considero que esas preguntas, las que no retiren respuestas inmediatas, son las verdaderas cuestiones a las que debemos someter el orbe de lo artístico. Porque el arte ha sido una constante oscilación en el diálogo interno de los creadores.
Cioran prosigue, en el Libro de las quimeras, tratando de encontrar afirmaciones que deslicen o vislumbren alguna razón, a saber: "Tiene que existir un espacio de luz interior donde se viva sin vivir y se muera sin morir.".
Rozamos de nuevo la mente primitiva, la llamada mística del ser que no es, ni más ni menos, que la propia negación rotunda de todo lo que nos hace, aparentemente, ser.
"tiene que existir un espacio de música sutil en cuyas sonoridades se disuelva, de forma inmaterial, toda la naturaleza".
El pensador del vacío, el que pergeño la etapa existencial del individuo aun siendo testigo de las atrocidades de su momento, el individuo que secciona sus ideas para buscar en ellas una cumbre material, cede ante la imposibilidad del ser humano por encontrarse en el cosmos. La monodia humana es anhelante de la polifonía de naturaleza.
"Y tiene que existir un espacio en el cuales tiempo mismo haya vencido su inanidad".
Para ello, escribo y pienso, la creación artística y la confabulación misma de los que reciben las producciones artísticas, son quizás las acciones más diáfanas de eso mismo que señala Cioran. El tiempo en el Tiempo, el espacio que se explaya como diálogo eterno, el deseo transparente de la invisibilidad, el silencio polifónico y la edad del Tiempo sin palabras.