Hoy hemos reído mucho con la punta de Rembrandt, quiero decir, con la punta seca de Rembrandt, porque como él, según R, nadie la usó. Hemos hablado pausadamente, sobre esto y aquello, con gracia y soltura y lo hemos hecho cuando el mundo latía y nos vertíamos, R. y el susodicho, en las palabras como salvavidas.
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En el cuaderno de J.J.L. puede leerse lo siguiente: “Si no hay nada suficientemente entitativo y sacral que llenar de estiércol, ¡cómo sabríamos que somos libres?”. Esta pregunta se la plantea el escritor cuando diserta sobre el problema del arte moderno y la creatividad de los genios. Después de reflexionar a partir de estas palabras, sigo leyendo, interno y sereno, en esta prosa de altura y en este libro sobresaliente.
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Sigo leyendo, igualmente, la poesía de Yeats, en la edición de A.R.T, hasta el momento, la traducción me parece soberbia y a la altura del poeta de marras. Aunque, en ocasiones, compruebo que me sobrepasan algunas referencias, algunas situaciones, algunas presencias naturales. Aún así, la poesía pervive y late con fuerza entre sus páginas.
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…la punta, ay, la punta seca.
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