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Los episodios de la vida se suceden como estampas de un árbol disecado con hojas de acanto en sinestesia. Quedan en la memoria junto a la savia, unidos al olvido por la juntura de la inteligencia. Orfeo no bajó a los infiernos, descendió al alma misma de la música.
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Dirimir de entre lo vivido es la tarea de la mortalidad porque, en el preclaro horizonte de la muerte, reside nuestra naturaleza.
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Como quien descubre una aurora entre sus manos y cae mudo y ciego de esplendor; como quien atrapa malherido la sustancia misma de la rosa que no es otra que el tiempo macerado en la memoria; como quien recita de golpe los versos que provienen del origen del mundo; como la nada que transita este olvido que habitamos.
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