Esta madrugada, como no podía dormir, rescaté las poesías de Unamuno para que me acompañaran. Así, la noche, transida de silencio y cárdena de luz, comenzó a hacerse una, toda, plena.
Después de leer el poema titulado “Credo poético”,- del que recordaba su lectura cuando estudiaba en la Faculta de Filología, en Sevilla-, una paz desconocida me sobrecogió. Porque, al leer el poema y memorizarlo durante unos minutos, parece que encontré unas palabras que brotaban con una pureza pocas veces sentida. Verso a verso, la noche iba apoderándose del discurso, pues lo sentido y lo escrito participan de la misma sustancia y son la misma encarnadura de la poesía: “no el que forma da a la idea es el poeta”, sino el que media, participa, desentraña la profundidad del desnudo: “sino que es el que alma encuentra tras la carne/ tras la forma encuentra la idea”. Estos versos apoyan lo que de un tiempo a esta parte defiendo cuando hablo de poesía: el concepto es la eternidad de la poesía, no su forma.
Y, en un paralelismo con otras disciplinas, -parecido al que escribió J.R.J. y después el pintor R.G-. Unamuno soluciona la teoría con unos versos que aun resuenan en la cúpula de esta mañana de la mañana: “de escultor y no de sastre es tu tarea”. Esto es, el poeta desnuda, despoja, elimina lo sobrante guiado por el silencio, porque él pretende establecer lo sentido como lo verdadero: “Lo pensado es, no lo dudes, lo sentido”. Y todo, para él, la palabra poética: “algo que no es música es la poesía”; por lo tanto, la música desnuda el sentimiento per se y la poesía necesita de lo sentido asimilado al pensamiento para producirse. Por eso es clave menor de la belleza, pero clave mayor para el ser humano.
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