jueves, 21 de mayo de 2009

Recolección y cuajada.

Este blanco es una nieve; estas letras, unas pisadas.

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Al decir de los días, todo pasa de largo excepto la muerte.

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En la noche ahogo mis comas.

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Hay días en los que bostezo y escupo sílabas.

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En ocasiones, cuando leo el pasaje del Quijote a lomos de Clavileño noto un balanceo que proviene del sillón, aunque todo lo produzca la lectura.

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La u es una calle sin salida que provoca susto.

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Déjate decir y acabarás siendo un libro.

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Márai recurre a Cervantes en esos días de trasiego trágico. Llega a afirmar: “Cervantes, Don Quijote, la novela más hermosa de la literatura mundial”. Siento un regocizo inesperado y preñado de condolencias. Incluso me entran ganas de decirle a Márai que la mayor locura es morir sin más ni más, pero me doy cuenta de que él no se dejó morir así, que él se enfrentó a la locura escribiendo.
El Diario de Márai es un registro patológico del pensamiento. Leerlo es interpretar un lenguaje cifrado en las postrimerías de una vida. Es incapaz de desmemorizar las palabras de su esposa, “Muero lentamente”, las únicas palabras que considera más unidas que ninguna a un pensamiento. Quizás, interpreto, en esas cuitas el pensamiento cuaja en las palabras definitivamente.

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