miércoles, 10 de abril de 2013


“FUI, non sum es, no eris”, es el emblema que puede leerse en Emblemata nobiliati et vulgo scitu digna, de Theodor de Bry, realizado en Francfort en el año de 1593. El caballero ofrece una rosa a la muerte que descansa encima de una piedra. El joven caballero mira al lector con mirada compungida. Impostadas sus piernas, camina con grácil celeridad. ¿Por qué la prisa y la muerte?


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La miel, para los órficos, es símbolo de la sabiduría. Una mirabilia poética que cada mañana, al comenzar con el desayuno, me pregunto qué nos hizo de esta forma, con este pensamiento que pone a las claras tantas deficiencias.

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El “adagietto” de la Sinfonía nº 5 de Mahler congestiona el alma. Hacía tiempo que no me anegaba el espíritu la música de Mahler.  Cuando escucho y profundizo con la mente en la música, leo El origen musical de los animales-símbolos, de Marius Schneider. Este autor cree, por lo demás, que todo símbolo posee una raíz musical. Y uno, que lo cree así, medita sobre la raíz simbólica de estas partituras de Mahler y de tantas otras que resuenan en la memoria acordada. 

Símbolos, símbolos...como afirmaba Hebbel: "El deber más importante de mi vida es, para mí, simbolizar mi interioridad". 

Las edades esparcidas por la negrura a los ojos del cielo en la noche: annus ventorum, annus solaris, annus stellatus..., pero, ¿en qué edad voy iniciando mis días?