SON las cinco de la mañana. Me dirijo al sótano buscándome. Sé que estoy allí y que me encuentro leyendo algunos poemas de Boecio, fragmentos de Consolación de la filosofía. Un texto escrito en los días previos a ser ejecutado y que Boecio edificó como una salmodia que conjugaba verso y prosa.
Leo los maravillosos poemas cargados de sabiduría. Luego, repaso los textos en prosa. Aliento entrecortado y respiración pausada, rítmico ensalmo que combina la palabra en sus hechuras. El lector, toda vez que lee el texto en voz alta, forma parte de la secuencia sonora. Su decir en los labios de los labios de otro. La palabra sentida en el sentido mismo del individuo. Todo uno sola cosa, misterio. Me entrego de nuevo a la noche, naufrago en su inmensidad.