SUENA la vihuela y el aire se condensa en fibras de sueños. Melancolía arrecia con un fulgor y una fragancia a armonía. Pienso en los instrumentos musicales, en su construcción, en la medida de sus cuerpos, en el olor a madera y a ungüentos y en cómo, desde ellos, se producen las ondas medidas de una abstracción azul cuando una mano los tañe o los agita. Acordado queda el que escucha con la materia y la geometría del alma.
Los compases van cabalgando la tarde y fundiendo el gris y el viento airado en naufragio del espíritu. Leo, mientras tanto, a Gracián, olvidado letrado del concepto: "preñado ha de ser el verbo, no hinchado; que signifique, no que resuene...".