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El cuadro de Holbein y la música de Bach. Uno y otra emparentados por la simbología de la vanidad del hombre, de la fatalidad a la que conduce el exceso y la pretensión el mortal. aparatos desajustados, música que emana de la fontana prohibida, perspectivas, libros, objetos simbólicos; música toda de celeste geometría y estación de prodigios.
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Deshumanizada en el término más alejado de lo humano.
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Un poeta me dijo esta tarde que había decidido encender un fuego esta noche, esta noche de lluvia profética. En ese fuego se revelaban figuras siniestras, volúmenes y volcanes del ego. Las hordas de los que desean apoderarse del pétalo de la rosa y solo llevan en las manos las marcas tintadas del tempus fugit.