Uno de ello es el libro de Marco Denevi titulado Ceremonias secretas. La edición que manejé y que hoy motiva estas palabras lleva un prólogo de mi admirado Alberto Manguel, así como la selección de textos. Cuando la he dejado en la cama he comenzado a leer los relatos que tenía subrayados "Ceremonia secreta", "Un perro en el grabado de Durero titulado `El Caballero, la Muerte y el Diablo´" y "Eine kleine Nachtmusik".
Traigo a la memoria cómo adquirí la afamada novela de Denevi Rosaura a la diez y la grata sensación de estar leyéndola sin más miramientos que los de la construcción literaria de un texto narrativo. Esto y tantas otras acciones que se interponen entre los libros, los momentos de lectura y de vida que aglutina cada portada de la biblioteca, incluso, cada página de los libros que nos rodean.
Sin saberlo puede que aveces hagamos o digamos palabras o acciones que procuren en los demás un terreno fértil para proyectar la memoria y el deseo. Quizás en eso mismo consista la literatura y quizás esa sea su naturaleza prístina.