domingo, 19 de abril de 2015

IMBUIDO en la lectura: libros, olor a papel como un desflore,  las manos despertando de un letargo al sostener el volumen, los ojos avivados, casi poseídos, todo por de dentro en una ebullición y un volcán celeste.
Quevedo, en el poema dedicado a "A un amigo que retirado de la Corte pasó su edad", escribió un verso prodigioso para referirse al estado del lector. En puridad, Quevedo recrea el tópico literario de "Beatus Ille", pero ofreciendo un elogio del hombre que se retira, no al campo ni a la vida sencilla, sino a la vida lectora e intelectual. El poeta fundamenta su creación en unas continuas paradojas y contraposiciones de orden barrocas; sin embargo, encierran, muchos de sus versos, verdades solemnes y tan naturales como ciertas; válidas, por lo demás, en este mundo actual y efímero. El verso al que me refería es el siguiente:
"y la hora sin voz te desengaña"

Qué virtud tan enorme la de conjugar dos sustantivos con un verbo que contienen toda una lección de ética. La hora en plena individualidad es la que puede llevarte a la verdadera esencia de las cosas. Solo en el principio de soledad, puede el poeta, el lector, el hombre solo comenzar su andadura hacia lo incierto. Sin voces ajenas, sin engaños, sin desvíos, tan solo en el tiempo interno de cada cual.
Prosigue uno releyendo una y otra vez el poema y se encuentra con varios versos de los que no nos resistimos a escribir su lectura: "Ni anhelas premios ni padeces daños", viene a decirnos en el último tercero del soneto.
Sin embargo, de todos los versos de la composición, el que todavía resuena y convoca toda mi emoción es el que dice:

"Y te dilatas cuanto más te estrechas"

En efecto, existe una creencia actual en el mundo de las letras que se basa en las continuas apariciones aquí y acullá como la acción que procura expandir tu obra, tu propia vida. Nada más lejos, con este verso en la mano, la anchura profunda la dilatación del ser se produce en el amparo de la lectura continúa en silencio y en la propia vitalidad individual. Un hombre solo cultivando sus lecturas procura más pluralidad. Si solo lees los libros que todo el mundo lee, nunca podrás decir quién eres, si es que alguien llegó a una aproximación o conjetura de esto mismo. Al menos, como dice Quevedo: "En esa soledad, [...]/La vida al día más espacio dura".