jueves, 30 de abril de 2015

TODO debería responder a la naturalidad. En ella reside la bella ejecución de la verdad. La naturalidad, me digo, es armonía y conjunción celeste... pero qué difícil darle curso en la creación literaria. 
Así las cosas, creo que, cuando un autor ha logrado aprehender esta condición, está en la condición de escribir. Una condición que debe trascender la realidad, con Dostoyevski, hasta las profundidades del alma.