domingo, 30 de agosto de 2015

EN CADA línea de Octavio Paz encuentra el lector la luminaria de la reflexión, de la reflexión creativa. Pocos como el mejicano convertían la creación en acto reflexivo, en acontecimiento que deje al lector desgajado de sí como un cuadro cubista que necesita recomponerse a los ojos del otro. Es precisamente la "otredad" una de las obsesiones temáticas del poeta de "Piedra de Sol", saberse pluralidad lo conduce a atravesar las estancias del tiempo, desde la cultura precolombina hasta su actualidad: "El poema, sin dejar de ser palabra e historia, trasciende la historia".

En este sentido, Octavio Paz entiende la expresión artística, en El arco y la lira, como una expresión total, sin limitaciones entre las disciplinas y las materias de estas disciplinas. "El artistas no se sirve de sus instrumentos -[...]- como el artesano, sino que los sirve para que recobren su naturaleza original".  En efecto, uno entiende que la poesía, en concreto, es un ejercicio de reconciliación con el estado originario, con la naturaleza primitiva que nos posee desde dentro y que apenas reconocemos. La poesía es vuelta y renovación de esos elementos que nos habitan y que necesitan una transformación en el individuo para que puedan volver a resonar en nosotros mismos. El propio autor de Cuadrivio así lo afirma: "Ser `otra cosa´quiere decir ser `la misma cosa´: la cosa misma, aquello que real y primitivamente son.".

Nombrar es existir y ninguna disciplina artística está tan íntimamente ligada a la palabra como la poesía. Si nombrar es existir, la poesía trasciende el mero hecho de nombrar para trasladarse al campo de la revelación, de la reflexión de lo que llamamos las razones luminosas que no nos explican qué somos, sino que muestran los senderos de lo que podemos ser.  Nombrar es existir, la palabra poética es revelación del origen y de la naturaleza prístina, sin tiempos, sin individuos, sin egos que la achiquen, sin lectores implícitos que halaguen con sus expectativas creadas. Creación que llega pura y desnuda y transparente al mundo sin ser de nadie, tan solo del lector que, a cada página, vibre y sintonice con ese magma sonoro y trascendental que fueron, en el poeta, una soledad inmensa y silenciosa que acabó con su presencia.