ESCRIBE Emilio Castelar: "En esta nación, más que se vive, se recuerda". Lo hizo en un libro que leo estos días y que ha supuesto el descubrimiento de una prosa de prodigio, de un reencuentro con un libro escrito con el fuego de la lucidez. Recuerdos de Italia comienza con ese párrafo luminoso que sitúa al lector, al lector aletargado y carcomido por las convenciones, en un privilegiado mirador edificado en la literatura. Hay más literatura en esa sentencia de Castelar, más profundidad e ingenio, más conocimiento que en la mayoría de novelas dedicadas a vender tan solo porque sitúan la acción en una ciudad o país determinado. Tanto es así que exige la llamada conciencia social y la denuncia, pues concebir la importancia de una ciudad a través de su memoria es la forma más esencial de presentar a los ciudadanos el lugar en que vive.
En efecto, el viaje a Italia, para el que lo haya experimentado, no es un viaje de días, de visitas, como otro cualquiera. Permanece indeleble, por siempre, en el recuerdo. Y se transforma, y se prodiga en diversas sucesiones de infantas esencias. Cuando uno está en Italia sucede la maravilla de la reconciliación. Como escribe el propio Castelar: "Es necesario, delante de cada paisaje o de cada ruina, evocar las sombras augustas que lo realzan y recorrer las ideas vivas que de su fecundo seno destilan".
Así, si de este enunciado del escritor procuramos una selección de términos con los que se refiere al viaje en Italia, obtendremos los dos siguiente sintagmas que vertebran la composición: " evocar las sombras augustas; recorrer las ideas vivas". En una extraordinaria paradoja semántica es, precisamente, con la que el viajero obtiene esa sensación: sombras vivas, recuerdos nacientes, lo latente de la historia en la ruina del presente. Además, el escritor se vale de dos estupendos adjetivos que demuestran su habilidad creativa: augustas y vivas. No hace falta mencionar la capacidad expresiva de "augustas" referidas a las ruinas italianas provenientes del antiguo Imperio; y mucho menos la contraposición entre "sombras" y "vivas" que tan claro me ha llevado al pasaje que comentaba de Dante.
El otro día se ensalzaba la figura de un escritor (incluidos en esos elogios los políticos, cosa que ya merece una estampa) que acaba de morir y cuyo mérito reside en la descripción y denuncia de las tretas de políticos, constructores, mafiosos que han conducido al país a esta decadencia y a esta crisis.
Existe en Castelar la consciencia de las crisis, pero la eleva a categoría a través de la anécdota. La transforma de su particular suceso al tiempo de la memoria perpetua. Escuchemos su voz: "En su historia hay crisis que no son crisis nacionales, sino crisis humanas". ¿No es esto mismo lo que sucede, más allá de las corruptelas?
No puedo dejar de escribir las palabras con las que termina el pequeño texto titulado "Al que leyere". En él escribe lo siguiente: "[...] un escrito sobre Italia, más que una descripción, de be ser, en mi concepto resurrección".