YA es de madrugada y la noche va adquiriendo el cariz de la claridad. ha pasado el umbral del sueño y comienza Un silencio destemplado irrumpe en los oídos. Me pregunto abiertamente por la literatura, sobre todo, por la creación literaria. En este caso, no quiero escudriñar lo que otros escritores creyeron que era el impulso literario para escribir: en esta ocasión me pregunto a mí. Nunca antes lo había hecho con tanta incredulidad en mí mismo. Es más, es la vez en que percibo que el afán último es convencerme para no escribir más y tan solo leer.
Creo que me encuentro en un laberinto y que ya, como decía el griego, todas las aguas me resultan distintas y únicas. Para escribir uno den estar orientado en el mundo, hacia la cadencia que provoque esa falla con la palabra. Me encuentro lejos de esa circunstancia y cuando quizás he creído estar en ella, nunca he logrado crear 8en el sentido de poeisis) nada destacable. Antes al contrario.
Llevo muchos años pensando que si no estoy en lo que vivamente deseo estar mis días se están yendo. Eso me provoca una tremenda asfixia personal que trato de adormecer para que mi familia no lo llegue a notar, para que mis amigos no tengan que hacerse cuenta de que me encuentro desubicado en la mayoría de las situaciones y de las charlas.
Todo debería conducir a una catarsis intrínseca de la que resulte una reformulación estética o un silencio ágrafo.