Antes de que la palabra tomase el raciocinio humano y lo desbrozara en la imposibilidad del ser. Y levantara en el hombre la sospecha de su existencia; y sacudiera la existencia desde el sonido articulado; y diese con la ficción, con la fisonomía de la intemperie, ya habitaban el mundo la luz y las sombras.
Antes de que el hombre tomara la tierra como una regencia húmeda y taciturna, los pájaros levantaron el vuelo.
Antes de que fuese la traidora nocturnidad la metáfora del círculo, ya las raíces tomaron aposentos.
Antes de que las encinas vibraran en el silencio y la negrura de la tierra, nunca se imaginó la palabra, porque la armonía de la naturaleza sólo debe ser susurrada, livianamente rasgada de los labios, apenas sustancia fónica, silbo oculto. El hombre es la savia de un tronco demolido que jamás fue plantado.
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