jueves, 26 de mayo de 2011

Siempre están ahí y a veces su olvido se debe a su evidencia. Los presocráticos, fuego de luz, han alumbrado no pocas tardes de iniciación. Veo en la noche un refugio, una alborada. Ahora, que abro la poesía completa de A.C., me hospedo en la noche más allá de la noche. Respiración, imitación del cosmos en las arterias.


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En una vida, las personas con valor y realmente humanas que pueden conocerse son pocas. Seres extraordinarios, casi ninguno. Por este motivo, cuando tengo la certeza de que estoy ante un personaje extraordinario y que, además, cuento con su aprecio, no puedo más que resistir el estupor que crece incandescente. Lo escribo en este diario, en el diario, quizás en el único diario en que jamás escribiré, en el lugar más puro e inocente de mí mismo.


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Contra la estulticia levanto esta palabra, contra el bullicio y el discurso huero. Contra la necedad se edifica la poesía, porque ella es luz misma y distancia del ser, pues ella lo revoca a su esencia. Contra la vida vivo, porque la vida fue raptada.

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