LA RAMA tierna de la aurora descansa libremente en tu livieza. Escondes en tus claros matines la rojez insulsa de lo vivo. Estallas por de dentro e hieres la retina del sol. De los más claros rostros son tus pétalos asidos de inocencia. Naces en la mañana y tu vida se interrumpe con los giros del aire, con los pasos del aire que descorchan tus pétalos, melodías silvestres de lo bello cercenado. Rosa de luz, de aire trasnochado. Rosa del huerto derruido de los hombres. Quién será el que pose en tus espinas la onda encendida de la soledad. En ti se edifican los deseos, en ti se anuncian vivos los círculos de esmeraldas finas, tú eres la estación del rayo veloz que acomete lo caduco. Mejillas, plata colorida de tacto tiempo, sinuosidad eres contemplada en la herrumbre del sol entre los cielos. Aquí te tengo poseída de tactos, aquí mis manos lenguas salvajes de miedo, aquí el ser entregado al vivo desierto del deseo hallado. Paraíso retirado que brota de la tierra, contienes el mundo en tu metáfora, nos habitas por siempre al son propicio de los ojos viejos.
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