LOS textos anteriores surgieron como una donación a la lengua lo cual es tan ridículo escribirlo ahora, con estas afirmaciones. La lengua en sí, laminada por su propio referente. Un juego como homo lundens, necesario, que surgieron tras dos días de lectura gongorina. De vez en cuando, debe uno entregarse a convicciones no amadas y explorar en ellas, escarbar para confirmar lo que hasta entonces era, probablemente, prejuicio establecido. Mucho se ha escrito sobre la literatura en la que los referentes se adelgazan para convertirse a la inmensidad de los discursos en sí, de naturaleza entera verbal. Adelgazan no, quizás se disimilan de su entronque con la realidad y solo responden a un impulso verbal que lo invade todo, sobre todo la forma de la sustancia fónica y sintáctica formadas, parafraseando a los lingüistas.
Hay obras que proponen lo que Huidobro llamó non serviam y otras que son la naturaleza misma de la realidad. Prefiero, en estos momentos, ese tipo de obra que no se levanta contra nada ni contra nadie, sino que brota natural del triángulo lengua, realidad y autor y que armonía y que sustituye el decir oculto del hombre y las palabras moribundas de lo mortal.
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QUISE, POR UNOS DÍAS, ALEJARME DE ESTE EGOTISMO INTENSO QUE RECUBRE LA PIEL DEL DIARIO Y QUE PIENSA, ILUSO, QUE SU PALABRA DEBERÍA ESCRIBIRSE CON MAYÚSCULAS.
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