martes, 4 de septiembre de 2012

AEQUAM memento rebus in arduis servare mentem. 

La libertad sintáctica del latín ya advierte que la lengua latina poseía una inherente elasticidad para expresar el pensamiento o que el pensamiento poético venía como de molde a la disposición de las palabras, pues si traducimos este verso de Quinto Horacio Flaco, perteneciente a sus Odas 2 y 3, al español actual podríamos obtener varias versiones honrosas. Quizás, el término que mejor se adapta a mi lectura es "ánimo" y no "mente", como traducen algunos traductores. Escribo la lectura al margen, en el margen que es mi centro; el centro que es invisible; lo invisible de la soledad y el silencio. 
El eje vertebrador de la secuencia se dirige a la serenidad del ánimo frente a situaciones adversas; la esencia que recuperó fray Luis cuando, escribiendo sobre Francisco de Salinas, dijo:  "el aire se serena". Es el aire como el ánimo el que se serena per se, el que, movido por una concordancia externa que se hace interna, se aísla del sujeto en que habita. Es el ser, ni más ni menos, y el poeta tan solo tendrá una reminiscencia de ello, el eco del vuelo del ser alejándose, la sombra fugitiva de transformación, el eco coral del universo dentro de sí.