TRATA de advertir Rilke, al final de la Elegía séptima, la tarea esencial del poeta. La compara a la piedra de las catedrales que ha modelado el cantero y que termina en la serenidad y la armonía de la piedra en el aire como un conjunto, como un todo. El poeta no debe desviarse de su tarea; si eso ocurre, su condición, si es que alguna vez la tentó, dejará de ser. Y él mismo con ella, pues la poesía es dadora de la muerte trabajada por la vida.
***
EL poeta no debe conformarse con juzgar los sentimientos, tiene que darle forma: la palabra.
***
EN la palabra están los límites de la vida y de la muerte; incluso de lo que se no se ha nombrado. El silencio está nimbado de un silabeo iniciático que resuena en lo profundo e individual.