EL filósofo alemán Heidegger pergeñó un término para referirse a ser arrojado sin explicaciones, sin mediaciones, a una existencia. Sí, a una existencia, a un modo de vivir. Geworfenheit es la palabra que condensa este significado que, además, incluye el matiz semántico que hace de las fuerzas que gobiernan ese azar, ese imposición, como incomprensibles.
Este término lo recuerda Vila-Matas cuando trata de razonar sobre su condición de escritor. Los escritores persiguen establecer qué les movió a serlo, qué causa se encierra en su propia condición. Parece que, todos, en algún momento de sus días, necesitan al menos tantear la cuestión e interrogarse por esto mismo. Esto es así ya que los propios escritores saben de sus rarezas sociales, de sus particularidades como ciudadanos y, no digamos, que como amigos o compañeros o amantes. El caso es que el verdadero escritor en pocas ocasiones puede soportar la insoportable levedad del ser y sus banalidades. Sin embargo, nadie nunca habrá de reconciliarnos con el mucho, quizás con el mundo límpido de la belleza, como un escritor de pulso cierto y verdadero.
El mundo contemporáneo está repleto de sierpes que distraen al intelecto y los subyugan a una condición rasurada por el tono de la mediocridad.