sábado, 25 de diciembre de 2010

Como bien advierte el autor, los filósofos han sospechado siempre de sus incapacidades para poder establecer axiomas o sistemas acerca de lanaturaleza de la música o de la música como concepto. La historia del pensamiento ha dejado escasas páginas que hayan abordado la música con férreo razonamiento. Destacan los libros de San Agustín o los de Adorno, pero no tenemos estudios centrados en la música como concepto filosófico o simbólico que supera a las demás artes y a cualquier expresión estética de los hombres.
La música está y es en el origen del hombre. Todavía hoy, como el propio origen del universo, su aparición y su qué son irresolubles. Lemos a Shopenhauer arrodillado ante la música como el único elemento capaz de aunar lo material con lo inmaterial, capaz de vincular lo sensible con lo suprasensibe, capaz de vehicular en la expresión humana la exactitud matemática con la festividad del espíritu.
Así las cosas, cuando uno comienza a leer el nuevo libro de Eugenio Trías, La imaginación sonora, no tiene una respuesta más que la celebración, porque este volumen es, desde el comienzo, un libro como pocos. Ojalá existiera para la literatura escrita en español un crítico o un lector que escribiera con esta lucidez y con esta clarividencia a pesar de la oscuridad natural del asunto.
Como escribe Trías, hay que remontarse al nacimiento de la escritura musical, desatendida por completo, para reconocernos allí, en ese seno insoslayable de la vida. Eso es lo que sucede con la música de Palestrina que ambienta la casa, parece surgida de un origen extraño y propio al mis tiempo.

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