miércoles, 22 de diciembre de 2010

Ningún momento del día como la madrugada para escribir, como la madrugada en los montes sonorosos de la noche. Quiero que la escritura sea la respiración de la noche.
La lluvia cae con la lentitud de lo bello y de lo primero. Son esperanzas los rayos sobre el cielo, la luz que se quiebra en las retinas y se hace incomprensible. Qué belleza en esto para lo que venimos a este mundo en el que hemos nacido con los astros mudos. Aquí la música sólo es convocatoria, acaso azucena, mas puede el hombre intuir su trascendencia. La única unidad que nos queda con lo vivido es la respiración. Como estatuas, nos enfrentamos al mundo, como estatuas vivas. La poesía es la respiración de las estatuas.

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