domingo, 5 de diciembre de 2010

Para los que no son escritores, para los que no sienten la escritura como actividad genésica, les es extraña y ajena la facultad de hacerlo. Extraña forma de vida, que dijo Vila-Matas, la que llevan los escritores. Extraña forma de persistir sobre los días: garabateando unas palabras que se amontonan sin saber por qué.
De un tiempo a esta parte, cada vez que en una conversación sacan a relucir esta maldita pregunta, me quedo callado, en silencio, con rictus de roble centenario. No puedo ni quiero justificar más esta forma de vida. El que no la entienda, que aprenda a respetar lo incomprensible. El que la lleve por otros motivos, que vaya tomando conciencia de su tontuna y su estulticia.
Llega uno a cansarse de tanta explicación y de tanta justificación. No hay nada más allá de escribir. Escribir, en sí, es ya una acción que completa una vida y que sustancia la de toda una generación de hombres. Incluso la toda una especie. Incluso la de una divinidad. Leer.Escribir.

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No llego al odio, pero sí a la maledicencia, cuando los demiurgos de turno se creen poseedores de supuestas verdades. Alguien tendría que decirles que son unos patanes y unos mediocres. Que son unos chamarileros de su propio ego. Porque no hay nada más ridículo que un demiurgo y su cochambre y su mugre desprendida en su ignorancia.
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Existen, igualmente, los que toman las ideas como testigo de sus vidas, los que entregan su vida y su inteligencia a los credenciales sociales. No puede uno relegarse a lo que está de moda. Ya está bien de tanta baratija tecnológica, de tantas aspiraciones banales, de tanta palabrería huera. A muchos de esos que se vanaglorian de las tecnologías y del lenguaje administrativo, les daría un libro, un libro para que empezaran a leer como es debido. Porque ahí reside uno de los mayores problemas de la sociedad de este tiempo: se ha perdido la esencia del hombre, que es la del conocimiento en sí, no el exhibicionismo torticero.

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…sólo faltaría pedir permiso para poder escribir o leer delante de un púbico. Creo que el acto de leer es el más revolucionario de la actualidad. Lea y será inevitablemente un revolucionario, aunque sea dentro de sí, aunque sólo las palabras se atrincheren por de dentro. Lea, y se verá. Lea, y comprenderá a la altura moral en la que nos encontramos. Lea, y suicide al hombre moderno que lo posee.

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