lunes, 13 de diciembre de 2010

Notas para una novela. Pueden hacerse públicas las notas que uno escriba para ir conformando una novela, incluso un poema. Esas notas no son nada, acaso un rastro léxico, alguna huella semántica a priori de la materia literaria resultante.
Como un alfarero, que se vale del barro sobrante y humedecido que fue idea, como un carpintero que apura la última veta de una madera noble, así con las notas para una novela. Todo o nada. Riesgo o sumisión. A no ser que el novelista, como el último premio Nobel, requiera de la investigación, de la indagación histórica para urdir y operar en ellas con la ficción.
En mi caso, a pesar de que todavía no me haya adentrado en el relato de largo aliento, extenso, totalizador de la novela, en la palabra de oxigenación compleja, sólo puedo escribir tentativas más o menos acertadas, más o menos atinadas.
Como ocurrió con Cervantes o con Machado hay que dejar que la literatura termine mostrando su presencia en uno indiscutiblemente, sin tener en cuenta la edad o la condición social, sin tener en cuenta las miserias que rodean a lo literario. Escribe y cree en lo escrito, arroja una fidelidad emboscada sobre tu escritura.
Esa actividad copulativa, esa intransigente posesión que hace la literatura del escritor, hay que macerarla hasta el extremo de su asunción, ponerla en tela de juicio continuamente. No somos más que el lugar de las apariciones de lo literario y debemos ir desnudando los contornos de la palabra auténtica, no disfrazándola, ni engalanándola, sino todo lo contrario, sugiriendo sus contornos.
Lo que sucede, aun sin ser conscientes, es que prefiero, como decía Borges, la sana teoría a la práctica deficiente.

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