sábado, 12 de noviembre de 2016

Con E. y F. a la librería de la mano de Rimbaud, Campbell y Ramón Andrés

LOS VESTÍ y me los llevé a la librería. Tenía encargados tres libros desde hacía un tiempo. Uno de ellos, el de Ramón Andrés, Poesía reunida-Aforismos (Lumen), lo conocía porque he leído todo lo que este autor ha escrito desde hace años. No ha sido poco el aprendizaje que uno ha extraído de sus páginas, de sus diccionarios, de sus ideas personales sobre este o aquel pensamiento. Porque la obra de Andrés funciona en el paradigma de lo semántico y ese territorio siempre se sitúa en el límite con la filosofía. La poesía era una consecuencia natural a su forma de contemplar el mundo. Por eso es bella y natural, porque brota sin aspavientos, sin desmanes, sin pretensiones de rupturas. 


El que trata de romper no conoce el enigma de la unidad y la armonía. Esa es la primera puntada en la lectura de la Obra completa bilingüe (Atalanta) de Arthur Rimbaud. No negaré que comencé a leer a Rimbaud gracias a un relato de un gran escritor argentino, Marco Denevi. A Marco Denevi me lo descubrió mi admirado y querido Alberto Manguel (qué gratitud a sus cartas a mano desde Francia). Fue en el 2008 y lo conté en este diario (puede leerlo aquí) . El relato de Denevi es el siguiente:

LA CONTEMPORANEIDAD Y LA POSTERIDAD
En un hotel de mala muerte, calle Campagne Prèmiere, año de 1872, un académico espía por el ojo de la cerradura el cuarto contiguo al suyo. Ve, escandalizado, que un hombre y un jovencito están haciendo
el amor. Llama a la policía y los gendarmes se llevan presos a los dos viciosos. Entonces el académico vuelve a su habitación y, más tranquilo, prosigue escribiendo una tesis académica, erudita y laudatoria, sobre la poesía de Paul Verlaine y Arthur Rimbaud. Mientras tanto, en la comisaría, los dos viciosos, interrogados, dicen llamarse Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, respectivamente, y ser de profesión poetas. En el bolsillo del hombre es encontrado un poema que se titula Vers pour être calumnié.

Inmediatamente, movido por un afán deconstruccionista, localicé el precioso poema de Verlaine. Lo dejo aquí, al viento, como una calumnia concebida bajo el palio de la inocencia humana.

Ce soir je m'étais penché sur ton sommeil.
Tout ton corps dormait chaste sur l'humble lit,
Et j'ai vu, comme un qui s'applique et qui lit,
Ah ! j'ai vu que tout est vain sous le soleil !
Qu'on vive, ô quelle délicate merveille,
Tant notre appareil est une fleur qui plie !
O pensée aboutissant à la folie !
Va, pauvre, dors ! moi, l'effroi pour toi m'éveille.
Ah ! misère de t'aimer, mon frêle amour
Qui vas respirant comme on respire un jour !
O regard fermé que la mort fera tel !
O bouche qui ris en songe sur ma bouche,
En attendant l'autre rire plus farouche !
Vite, éveille-toi. Dis, l'âme est immortelle ?

(Esta noche yo había analizado su sueño. /Si bien su cuerpo dormido castamente sobre la humilde cama,/ Y vi, como una que se aplica y que dice así: /Vi que todo es inútil bajo el sol! /Vivimos, oh maravillas de lo delicado /Tanto nuestro dispositivo es una flor que se dobla! /Oh, el pensamiento conduce a la locura!/ Me temo que para usted se despierta./ Ah! la miseria, te amo, mi amor frágil / ¿Quién tendrá la respiración como usted respira un día! / O los ojos cerrados al igual que la muerte! /O que la boca de rissueño en mi boca/!Mientras tanto, los demás se ríen más fuerte!/Rápido, despierta. ¿Decir, el alma es inmortal? ).

"Para ser calumniado". (2006, juin 25). Wikisource, . (2006, 25 de junio). Wikisource. Retrieved 14:20, septembre 24, 2008 from http://fr.wikisource.org/w/index.php?title=Vers_pour_%C3%AAtre_calomni%C3%A9&oldid=103162 .

De esta forma, termino leyendo a Joseph Campbell, la bella edición de Imagen del mito (Atalanta). De Joseph Campbell creo tenerlo todo en la biblioteca y además leído y asimilado como una de las lecturas más trascendentes de las que he ido realizando. La primera obra que leí, El héroe de las mil caras (FCE), la compré en una primera edición en una librería de lance de Sevilla. Me costó ciento veinticinco pesetas, justo lo que me quedaba para el billete de autobús que compraba el viernes para volver a casa. Tuve que pedirle prestado el dinero a un compañero de piso y pagarlo casi a letras, poco a poco, mientras iba subrayando y leyendo de forma posesa cada página de un libro que supuso una transformación evidente. Ahora, en Imagen del mito, muchas de las páginas de entonces vuelven a resonar en la memoria, pero acompañadas de una edición de dulce que añade ilustraciones fundamentales para entenderlo. 

F. y E. me dan la mano, sus diminutas manos que contienen los dedos de mi vida. El tacto de sus pieles son la forma y la aritmética que renace, a cada momento, en este mundo que nace nuevo cada vez.