domingo, 6 de noviembre de 2016

Paris con Edith Piaf y el fuego órfico de la esencia.

Solo en el cielo de otoño 
la claridad
es instante de lo bello.


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Suena la música de Edith Piaf. Paris es, con el tiempo, una institución para la memoria, para el que alguna vez estuvo deambulando por sus calles, para el que sostiene con trémulo la vivencia parisina. Los compases dan forma a la fuga de la luz y en cada centímetro del ocaso, una encendida llama que recuerda el paso frugal por la vida.


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No se trata de leer ni de anotar listas ni de mencionar a autores: es vivir la lectura. Y eso, en los textos, al ser escritos, se percibe con la fuerza diáfana de la realidad. Una cosa es haber leído o decir que se ha leído a tal o cual autor y otra haber quedado en la transformación de esa lectura con el fuego órfico de la esencia. Entre una y otra experiencia suceden cosmovisiones dispares, tanto que se hacen incomprensibles las unas para las otras.