miércoles, 2 de noviembre de 2016

F. hace de Segismundo y calderonea la tarde sin prestarme atención.

NO me ha dado pábulo alguno; he tratado de asomarlo a las baldas, de que indicara con su mirada algún libro o de que me marcara su beneplácito a la música de Bach que sonaba. A pesar de la fuerza instrumental de la Suite nº1 para Chello de Bach, F. ha decidido dormir el mundo y desatender a mis insistentes tentativas. Era un bendito Segismundo arropado en la piel de su plácido sueño y hoy la lección estaba en su silencio, en su aislamiento, en la naturalidad con que se desentendió de todo para recluirse en él mismo. Es la lección solemne y tremebunda del alejamiento y de la parada y fonda; del extrañamiento interno y de la música individual. 
Eso era quizás lo que trataba de marcarme, la música insomne del ser que de no debo olvidar nunca a pesar de mi mortalidad.