LEO Sueños y discursos, de Quevedo. Siempre me resultó un libro enigmático, rayano en la estirpe de textos visionarios, como las obras artísticas que, de repente, parecen mostrar la visión desgajada del raciocinio puro y técnico; esas pinturas de El Bosco o las series de pinturas negras de Goya o las composiciones de Paganini inspiradas por sus sueños y tantas otras que es en vano nombrar.
Desde el comienzo lo hago con unas risotadas que casi despiertan a E. Ella se asoma para observar qué sucede y yo le muestro la portada del manuscrito del Sueño del Infierno, Alguacil endemoniado, Infierno, El mundo por de dentro y El sueño de la muerte.
Me detengo en un pasaje de El mundo por de dentro (ay, poeta) y leo lo siguiente sin dejar de sonreír de pura melancolía:
"Así que no son lo que parecen ni lo que se llaman: Hipócritas en el nombre y en el hecho. [...] De suerte que todo el hombre es mentira por cualquier parte que lo examines, si no es que ignorante tú, crea a las apariencias".