PASO la mañana leyendo a Petrarca. Estoy, con su palabra, presintiendo el centro. Leo Triumphi. Releo Triumphi. Vuelvo a leerlos. Su música, la palabra establecida en una verdad sonora, materia de la razón poética, me conduce a un estado de ensimismamiento. Petrarca es un poeta en el pleno sentido del término, poeta esencial que se encauzó por todas los posibles cantos de la poesía. Moderno y antiguo, perenne voz en la amalgama contemporánea de ralas poesías.
Una poesía que brota de fuente limpia y serena, proveniente del huerto deseado de la razón poética. Ella desvela lo que somos en plenitud, desvela lo que presentimos y apenas intuimos. Ellla recoge lo velado a lo ojos, pero no al espíritu:
Ma ben veggio che ´l mondo m´à schernito,
e sento quel ch´i´ sono e quel c´i´fui
[...]
De fondo suena Monteverdi, Zefiro torna e di soavi accenti.
né "fia", né "fu", né "mai", né "inanzi" o "´ndietro",
chú mana vita fanno varia e ´nferma!