Esa acción produce en el poeta la crisis de su consciencia. Es el poeta el hombre demediado entre la eternidad que nombra y la finitud de su consciencia. Justamente, en esa fisura incognoscible, la mentira puede ser la verdad. En ese espacio surge un canto, desde un centro, cuya armonía descifra los ecos inefables.
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Como no tengo el talento ni la inteligencia para decir con mis palabras el todo y la mentira, utilizo versos ajenos, aprendo muchísimo de los poetas, de los versos cristalinos que se dirigen a la consciencia y que fueron escritos, -ah, maravilla-, hace ya unos siglos y también hoy. Versos que se entienden como antiguos, como si ya no siguieran diciendo qué somos y qué nos sustancia.
Por tanto, los versos de Petrarca son la forma poética del todo y la mentira; una forma más, claro. Es, además, el tema central de los poetas que han ido hurgando en el centro indudable, territorio que Petrarca nomina como "eternidad indivisible" (eternità raccolta e´ntera). Qué emoción me embarga en estos momentos de revelación; dicen los versos del poeta de Arezzo en su Triunfo de la eternidad:
Lo que grava y oprime nuestro pecho:
"antes", "después", "ayer", "mañana" o "noche",
todo se esfumará como una sombra.
No existirán más "fue", "será", ni "era",
solo es "en presente", "ahora" y "hoy"
solo la "eternidad indivisible";
como si fuesen llanas las montañas
que la vista impedían, no sabréis
dónde apoyar recuerdos y esperanzas;
[...]
Podríamos estar dialogando sobre estos versos hasta la muerte y más allá, ¿no es cierto? Pues ellos pertenecen a esa corriente cristalina de auroras y noches ocultas. Sí, Heráclito, sí Parménides, sí, Platón...pero estos versos son cantos, salmodias, armonías musicales que razonan poéticamente.
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No puedo dejar de mencionar una relación de estos versos con J.R.J. En uno de los pasajes de la Alameda verde, -aquel axioma de la eternidad indivisible para el poeta de Leyenda-, afirmaba:
«Mi alma corre, agua pura, entre una orilla de oro de recuerdo y otra dorada de esperanza».
Estoy seguro de la lectura de J.R.J. de los versos de Petrarca que acabo de destacar, "donde apoyar recuerdos y esperanzas", y de la interpretación que J.R.J. realizó de los mismos.
Para que el canto del poeta llegue a permanecer, y es esa su ética-estética, la fuerza teleológica, debe conformarse con una ínfima consciencia de lo nombrado. San Agustín, en sus Confesiones, escribe: «En el fluir del tiempo hay algo que permanece: la atención de una conciencia que se extiende hacia el pasado, por la memoria; y hacia el futuro, por la expectación».
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Lo mismo, los mimso, ...la poesía verdadre ae siempre la misma y distinta, voz natural y diversa, pura y compleja, real y reflectante. Estación perenne, encuentro momentáneo, revelación de la poesía. Sigo con J.R.J., con unas palabras que encabezan el capítulo VI de Ideolojía:
«Lo permanente nos mira sólo con el alma de lo sucesivo que ha pasado por su cuerpo».
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No debemos olvidar la ética-estética, verdadera matriz del origen de la naturaleza del poeta. De la confluencia y armonía de estos términos en la vida y obra del poeta depende la verdad, es decir, el todo, de su Obra, que es su Vida:
«El deber del poeta es vijilar con su conciencia de hombre su divinidad inconciente, así el drama del poeta es que tiene que descifrar el secreto hermoso del mundo cantando».