CUÁNTO gozo con las páginas de lectores verdaderos, como Manguel o Wiesenthal. Estos lectores nos hacen mejores lectores, más virtuosos al menos por unos momentos. Avanzo en El sueño del Rey Rojo de Alberto Manguel. Siento con él, enteramente, que "algo en el acto de la escritura, y luego otra vez en el acto de la lectura, roba, consagra y cambia el pensamiento literario esencial de escritor en escritor y de lector en lector, profundizando la experiencia de creación, renovando y redefiniendo nuestra experiencia del mundo".
A pesar de la continua metamorfosis en que suceden los lectores y los escritores, como si ellos fueran el haz y el envés de una misma página, afirma Manguel que "la literatura permanece inmutable, como las cansadas olas, mientras el mundo cambia a su alrededor" y esto sucede porque los implicados en la literatura, en el proceso de comunicación literaria, "existen como realidades conceptuales pero que no pueden definirse más precisamente".
En este trasiego, el lector advierte que Dante ocupa un lugar de privilegio en las lecturas de Manguel. Es el cedazo por elque todo lo interpreta. Lo antiguo y lo moderno, lo prospectivo y lo retrospectivo. Eso me alegra y me enseña, me reafirma, pues no pocas afirmaciones e interpretaciones del escritor coinciden con lo que interpretamos como lector. Hemos sido, si puede afirmarse, lectores coincidentes, hemos habitado en la tierra ficcional de una misma codificación, he sido tan Manguel como Manguel ha sido yo. Un yo con un tú irreconocbiles, pero coincidentes en el reino de la literatura.
Las palabras y el mundo, en definitiva, son la materia central del libro. Pudiera haber sido otra la forma de escritura, otra la forma de relacionarlas, tantas como infinitos son los mensajes de una biblioteca. Así las lecturas, que recuerdan las cuatro categorías de Dante, a saber, literal, alegórica, analógica y anagógica. Sea cual sea las condiciones, el pacto de la lectura supone que "para poder entrar en una ficción y tomar parte de su realidad, `Yo´, en nuestra mente, tiene que volverse `Tú¨. Así, el lector es Manguel durante la lectura del libro, un lector ajeno de sí, pero que se completa con ello. Pues todo escritor a través de sus ficciones, como el Unicornio le dijo a Alicia, concuerda en que "si tú crees en mí, yo creeré en ti, ¿trato hecho?".