viernes, 17 de agosto de 2012

"YO me qusiera detener
en cada cosa bella,
hasta morir con ella;
... y con ella, en lo eterno, renacer."

ES un poema publicado en el cuaderno 2 de Los cuadernos 1925 (Unidad), de J.R.J. Felicidad y alegría desde esta mañana, pues comencé a leer el cuaderno 1 junto a M.C. Ella parecía entregada a la la edición facsimilar y, de paso, me dejaba otra lección silenciosa. M.C. se ha vuelto absolutamente insobornable en las lecturas, pero J.R.J. siempre ha estado en sus predilecciones. Amor de amor.  
Con todo, leyendo aquí,  acullá, espigando en este poema suelto y en aquella prosa esplendorosa, la realidad comenzó a transformarse, a recogerse en la colección mental de bellezas que cada cual posee en la memoria viva. Las palabras de J.R.J. siempre han sido un impulso, una suerte de estación renovadora que me posiciona frente al mundo como ser entregado a la palabra. En los textos de J.R.J. parecen congraciarse la idea y la forma en hechuras tan perfectas y, al tiempo, tan sugerentes que avivan en el lector unas ansisas de Belleza, una sed de espacio, un hambre de cielo.

***

HE QUERIDO estar en la azotea abierto al infinito. Allí, he pensado que la obra debería tener cauces distintos para un mismo fin. Diario, diario poético, cuadernos,...todas expresiones genéricas, que no muestran los aromas de un universo propio. Trópico,  Unidad. Armonía, sí, pero son términos demasiado anchurosos para estas mediocres palabras.  Pero, ¿en cuántas secciones, cuántas palabras o sintagmas pueden acoger las variantes? ¿Y no son, al fin, todas las líneas magma de la misma erupción? 
Quizás, sea mejor seguir escribiendo incesantemente y cuando la escritura brote, en silencio y en soledad, unida toda ella, bañada en la esencia primorosa de los aromas de estío, nominarla de azules y de bellezas, esto es, que sea ella la que escoja su nombre.

*** 
STEINER prosigue con su alabanza de Platón y eso me seduce aún más. No sé que lectura estarán realizando los que posteriormente utilizan a Steiner en reuniones y cenáculos como fuente de autoridad, pero, desde luego, esos mismos deberían ir con urgencia a Platón, pues allí entenderán la humilitas de Steiner que, casi siempre, se interpreta a la inversa. En sus palabras: "Me parece que no ha habido mayor `forjador de palabras´ que Platón".
En las páginas anteriores, los protagonistas habían sido Lucrecio, Leopardi, Dante. De Lucrecio a Empédocles, de Eliot a Heráclito, de Dante a Virgilio. Sobre todos, Platón. El filósofo interpretado como la manifestación de la tensión entre lo poético y lo dialéctico. Lucrecio demuestra que es él el vínculo entre la religión y la filosofía. En cualquier caso, Platón y Lucrecio, más otros poetas del pensamiento, en Zibadlone de Leopardi. Rilke en la colina del silencio.
Hay un tejido en que la palabra textea e intensifica los significados. Es una edificación cultural y un patrimonio cedido por un puñado de seres antiguos que prevalecen en la memoria de los hombres, en las palabras e ideas de los hombres. Es ahí el río de Heráclito, el don pervertido, la palabra luminiscente, la noche profunda, mar de mar, del fructífero verbo.