LA vida como la literatura. O la literatura como la vida. Vida
y literatura, literatura o vida. En cualquier caso, una extraña forma de vida,
una vida extraña la literaria. Tanto que abundan en su superficie los
parásitos, tanto que alguien algún día descifró el universo conocido con un solo poema.
“Me he olvidado de quién soy; no sé escribir porque no sé ser”
La escritura como una forma de ser y estar en el mundo
unidas por la vivencia y el tamiz del pensamiento (que no es más, ni menos, que la forma
lógica de razonar el mundo, de percibirlo en la mente).
“Mediante un adormecimiento oblicuo he sido otro”
Insiste Pessoa en la ajenidad como una clave existencial que
sacude al lector. Otro en sí mismo.
“Saber que no me recuerdo es despertar”
De nuevo Platón aroma las líneas estoicas de
Pessoa: “saber, recuerdo, despertar”, términos del universo platónico, esto es,
del universo de la humanidad con que nombramos la esencia de la vida, la forma
verbal de entenderla. Pessoa intentaba en el desasosiego encontrar la forma en
que opera el mundo dentro de él.
***
QUIZÁS Pessoa acaba de leer a Heráclito: “La vigilia, el
sueño y la muerte están en relación con el grado de ignición del alma”. Un
estado de vigilia, de duermevela continuado es lo que desea el poeta de Lisboa:
un continuo indagarse. Estado que Bécquer trajo de forma diáfana a las letras hispánicas.
Acudo al volumen de los filósofos presocráticos para
auxiliar la congoja y el desdoro a que someto estas tardes de parsimonia y
estaciones de bronce. Leo: “Los hombres deberían tratar de comprender la coherencia
subyacente a las cosas”. Después, vivo.
***
PESSOA me hace releer a Heráclito como si fuera Pessoa, es
decir, desde la ajenidad.
Leo y vivo siendo otro, quizás más yo que nunca. Con Heráclito, en la noche y el río:
“La sabiduría consiste en entender el modo en que opera
el mundo”.
Y creo que la poesía es la sustancia de ese entendimiento.