viernes, 10 de agosto de 2012

LA insistencia de Cervantes al final de El Quijote por contraponer la historia de su hidalgo a las de los libros de caballerías encierra un símbolo profundo, una intención ética y estética que el lector avisado deberá desentrañar en cuantas lecturas realice de la obra magna del autor de La Galatea.
Cervantes termina como empieza, hundiendo sus pretensiones en el problema constante de la literatura, esto es, o escribir vanas historias que no conducen más que a superficiales palabras o, al contrario,  a creaciones que hunden sus intenciones y significaciones en lo profundo. Los libros "falsos, mentirosos, dañadores" no lo son por la materia de que tratan, sino por las pretensiones últimas de sus autores, por la forma en que convocan el contenido de las mismas. 
El escritor imparte, con Platón, una justicia de lo bello cuando transforma una idea en palabra. Por tanto, la literatura es cuestión de justicias y bellezas que jamás debe someterse a la vanidad y al coro elogioso de la multitud. 

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CERVANTES nos habla de continuo en parábola y es esa una de sus mejores y más perennes lecciones. Nos habla en parábola, como el evangelio de San Mateos 13, en la "parábola del sembrador", pues la no-literatura es aquella que cae en pedregal, donde no tienen mucha tierra y, al poco de su brote, caen por débiles y desenraizadas. Los frutos provienen de las semillas que caen en tierra buena o, lo que es lo mismo, en el centro indudable. Posteriormente, recuerda el evangelista la profecía de Isaías que tan al caso viene a esto de la literatura:

oír, oiréis, pero no entenderéis,
mirar, miraréis, pero no veréis.

Esta evidencia, para unos, y confusión, para otros, resume la esencia de lo literario , acaso del entendimiento de toda verdad velada a los sentidos. El arte es un un reino misterioso, que pertenece a la profundidad del individuo que sabe despertar, en la tierra húmeda y en el eco de su cuerpo, las visiones de lo perenne. 

Mateos recuerda que los que sembraron entre abrojos quedarán sin frutos debido a las preocupaciones mundanas y a la seducción de las riquezas. Al contrario de los que lanzan su palabra en tierra buena y allí  escuchan en su interior los cantos de la tierra: será el que oiga y comprenda y dará frutos verdaderos.
Creo que J.R.J. quiso transmitirnos un fruto intertextual en "Octubre" recogiendo la idea vertebradora de la parábola. Y es por ello por lo que el sujeto poético del poema desea verter su corazón (pleno de su sentir alto y profundo, no lo olvidemos) para conseguir el fructífero y bello árbol puro del amor eterno.