El mundo no es una narración; la narración mítica es nuestra forma de comprender el mundo.
Las
contemplaciones nos hacen desembocar con el espíritu en el misterio de
la unidad. La unidad que se encuentra en las realidades materiales y
sensibles, pero igualmente en las que se sitúan en la abstracción.
Platón y Aristóteles estaban marcando el camino de ida y de vuelta de la
misma esencia para el mortal: ir y venir, como Heráclito, en un mismo
camino en que da igual por donde comenzar, lo sustancial es no apartarse
de él nunca.
En esos
derroteros trazados por los filósofos griegos, el hombre tratará de
llevar a la práctica el número de Pitágoras, por ejemplo, la capital y
decisiva presencia de las cuatro materias o la fundamental estación de
piedra que propone Parménides. Todo es lo mismo y distinto, todo uno y
diverso.
Pablo d´Ors apunta a una de las claves de la contemplación, afirma: "No aspiro a contemplar, sino a ser contemplativo, que es tanto como ser sin anhelar".