"Lo poético sucede únicamente en cada individuo y aquel que no logra hacerse bóveda de lo poético, bóveda interna, acaso jamás comprenderá la salida de la aurora de la razón poética", escribí hace unos años mientras meditaba qué era vivir y qué era la literatura para, finalmente, caer en la cuenta de que eran el haz y el envés de la misma razón.
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En la Plaza de Santa Croce, frente a Dante, también leí a solas, el poema de Leopardi Sopra il monumento di Dante che si preparava in Firenze. Es este un poema que siempre me emocionó y al que recurro no en pocas ocasiones. Así, frente a sus creaciones más profundas y perennes, se mantiene este poema tan ceñido a una circunstancia, pero tan abierto y plurisignificativo.
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Ya ha tomado cuerpo y presencia. Eso me abruma y colapsa todas las reflexiones. Conozco los síntomas de estos días preparatorios y antecesores a la nueva llegada, pero, aun sabiendo de su latigazo, todo vuelve a repetirse. Lo leo, releo, pero no me encuentro. Reviso y apenas reconozco al mortal que fui. Son todo presencias especulares del verbo, sugerencias. Eso sí, aromadas de verdad y sinceridad.